Cuando el anciano prendió el tercer cigarro,
yo sabía quién era.
yo sabía quién era.
Frydha
V. Ramos
Primer cigarro
El
metal oxidado de una banca sostiene mi cuerpo mientras la gente pasa alrededor.
Si hay algo que me gusta son las caras nuevas, las observo, las distingo y luego las olvido. El olvido es largo y lo he comprobado, a él no lo puedo olvidar, a él y su piel morena y sus arrugas en la frente y la manera tan infame que tuvo para querer, pareciera que anduvo por el mundo sin la intención de estar y siendo ironía se quedó.
Si hay algo que me gusta son las caras nuevas, las observo, las distingo y luego las olvido. El olvido es largo y lo he comprobado, a él no lo puedo olvidar, a él y su piel morena y sus arrugas en la frente y la manera tan infame que tuvo para querer, pareciera que anduvo por el mundo sin la intención de estar y siendo ironía se quedó.
Segundo Cigarro
Las
comisuras de su boca me perturban, despliegan una tela de humo blanco que se
elevan y se van como una broma que lleva el viento.
Si las
bromas existen, soy una. Soy también el caótico amor entre Rubén y Rosario, soy
el humor de las García y el sarcasmo de los Ramos, soy las lágrimas contenidas
de un 30 de Octubre y soy los casi c i e
n t o s e t e n t a centímetros que poso sobre mis pies. En definitiva,
soy.
Tercer Cigarro
Se
levanta, toma rumbo desconocido y se va.
Si en
el pecho está el sentimiento y en los ojos el alma, entonces tenía el
sentimiento marchito y las cataratas ocultaban el resto. El sentimiento está en
las manos que sujetan un rosario en catedral, el sentimiento está de una niña
que corre frente a los sapos, el sentimiento está.
Me
retiro de esta banca oxidada, dejando 274 caracteres impresos en una cuartilla
e intentando solucionar el misterio universal del yo mismo.