Antes de partir a la tierra de los palacios y pascuales.
Antes de huir de la monotonía, estúpida monotonía.
Antes de partir a la metrópoli de los sueños truncados y las quimeras infernales,
donde lo cortés se torna extraño
y la brutalidad es la constante
en las atiborradas calles de fantasmas atrapados
en el caudal de la rutina y la presión citadina.
Antes de partir con fugacidad a perseguir tus sueños,
ahogados de deseo, atiborrados de ilusión,
ilusión efímera y mortal
que tras bambalinas se refleja con una ardua esperanza de volver a comenzar,
de volver a pensar en el futuro que nos depara..
Antes de buscar una triste salvación a esta sociedad en perdición.
Persecución de que de manera fortuita ha tatuado en mi frente mi destino,
con tinta de sueños, proyectos e ilusiones,
utilizando matices coloridos de sombras obscuras y con mucha cautela,
sin intención de dañar,
a cauterizado la herida con dolorosa solución acuosa a base de lágrimas
y endulzada con la amarga nostalgia
de partir de este pueblo que me ha dado todo
y de dejar a los amigos que nunca olvidaré...
Ésto no es una despedida,
no creo que nadie quiera despedirse del loco izquierdista
que sueña con un mundo de horizontes rojos.
Más bien es un recordatorio para todos mis enemigos,
para que puedan salir a las calles sin temor de encontrarme,
y para mis amigos un agradecimiento por siempre apoyar a este loco en sus congruentes locuras.
No dejo mis libros ni mis poemas, porque no tengo;
más les entrego mi memoria, para que hagan pedazos de ella o la recuerden con gusto,
pero nunca para que la pongan en un altar.
Me voy, con más pena que gloria, con la tristeza en los ojos y con la nostalgia en la garganta
que no me deja más que escribir;
no sé si sobreviva a la ciudad de los cielos grises,
donde los hombres son zombies y las calles ríos de asfalto plagado de cocodrilos de lámina,
pero también la ciudad donde siembro mis esperanzas para volver con renovados bríos
a la tierra que vio iniciarse esta historio con una incógnita por final.
Antes de huir de la monotonía, estúpida monotonía.
Antes de partir a la metrópoli de los sueños truncados y las quimeras infernales,
donde lo cortés se torna extraño
y la brutalidad es la constante
en las atiborradas calles de fantasmas atrapados
en el caudal de la rutina y la presión citadina.
Antes de partir con fugacidad a perseguir tus sueños,
ahogados de deseo, atiborrados de ilusión,
ilusión efímera y mortal
que tras bambalinas se refleja con una ardua esperanza de volver a comenzar,
de volver a pensar en el futuro que nos depara..
Antes de buscar una triste salvación a esta sociedad en perdición.
Persecución de que de manera fortuita ha tatuado en mi frente mi destino,
con tinta de sueños, proyectos e ilusiones,
utilizando matices coloridos de sombras obscuras y con mucha cautela,
sin intención de dañar,
a cauterizado la herida con dolorosa solución acuosa a base de lágrimas
y endulzada con la amarga nostalgia
de partir de este pueblo que me ha dado todo
y de dejar a los amigos que nunca olvidaré...
Ésto no es una despedida,
no creo que nadie quiera despedirse del loco izquierdista
que sueña con un mundo de horizontes rojos.
Más bien es un recordatorio para todos mis enemigos,
para que puedan salir a las calles sin temor de encontrarme,
y para mis amigos un agradecimiento por siempre apoyar a este loco en sus congruentes locuras.
No dejo mis libros ni mis poemas, porque no tengo;
más les entrego mi memoria, para que hagan pedazos de ella o la recuerden con gusto,
pero nunca para que la pongan en un altar.
Me voy, con más pena que gloria, con la tristeza en los ojos y con la nostalgia en la garganta
que no me deja más que escribir;
no sé si sobreviva a la ciudad de los cielos grises,
donde los hombres son zombies y las calles ríos de asfalto plagado de cocodrilos de lámina,
pero también la ciudad donde siembro mis esperanzas para volver con renovados bríos
a la tierra que vio iniciarse esta historio con una incógnita por final.
Ésto no es una despedida,
no creo que nadie
quiera despedirse
del loco izquierdista
que sueña con un mundo de horizontes rojos,
más bien es un
recordatorio para todos mis enemigos,
para que puedan salir a las calles sin temor de encontrarme,
y para mis amigos un
agradecimiento por siempre apoyar a este loco en sus congruentes locuras.
No dejo mis libros ni
mis poemas, porque no tengo;
más les entrego mi memoria, para que hagan pedazos de ella o
la recuerden con gusto,
pero nunca para que la pongan en un altar.
Me voy, con más pena que gloria,
Me voy, con más pena que gloria,
con la tristeza en los
ojos y con la nostalgia en la garganta que no me deja más que escribir;
no sé si sobreviva a la ciudad de los cielos grises,
donde los hombres son zombies y las calles ríos de asfalto
plagado de cocodrilos de lámina,
pero también la ciudad donde siembro mis esperanzas
para volver con renovados bríos
a la tierra que vio iniciarse esta historio con una incógnita
por final.